Antes de Carlos Alcaraz, estuvo su padre, y antes de él, el abuelo Carlos Alcaraz. El viaje de estas tres generaciones hasta convertirse en el máximo favorito de Wimbledon y el número uno del mundo es una historia que se ha gestado durante 100 años, comenzando con una pizca de suerte… y una porción de pastel.
Si no hubiera sido por el apoyo financiero de Alfonso López Rueda, presidente amante del tenis de Postres Reina, la historia de Alcaraz Jr. podría haber seguido el mismo camino que la de su padre: un jugador prometedor limitado por la falta de financiación.
El momento decisivo llegó una tarde en una cancha de arcilla en El Palmar, un tranquilo pueblo del sureste de España, con vistas a Murcia. López Rueda fue solicitado para que vigilara al joven Alcaraz, después de que un amigo del club de tenis se lo implorara.
Se quedó atónito al ver el arsenal de tiros del niño, que desmentía sus 10 años. Aunque Alcaraz tenía un talento impresionante, la falta de recursos era un obstáculo.
López Rueda decidió invertir 2.000 euros para que Alcaraz pudiera viajar a un torneo juvenil en Croacia. Aunque perdió en la final, Postres Reina continuó financiando su carrera hasta que se convirtió en profesional, luciendo su logo en la manga.
Esos torneos y esa financiación ayudaron a poner al fenómeno español en el camino del estrellato, pero no fue el único momento histórico.
El abuelo Alcaraz transformó su club de tiro y sociedad de cazadores en un centro de tenis con 13 pistas de tenis y una piscina. Habría sido más barato instalar pistas duras, pero el terreno estaba lleno de superficies de arcilla roja y esa decisión tentó a López Rueda a unirse.
Pero aquí es donde nos alejamos de la suerte y los momentos de puertas corredizas, ya que el viaje de Alcaraz desde entonces ha estado marcado por la perseverancia, la habilidad innata, el entrenamiento astuto, la adaptabilidad y, sobre todo, el amor por el tenis.
“Tenía claro que iba a ser jugador profesional”, afirmó David Ayuela, que fue capitán de Alcaraz en la selección juvenil de Copa Davis de España. “Era un buen chico y muy trabajador. Era y es muy feliz en la pista de tenis. Es el presente y el futuro”.
Esa es una frase que escucharás mucho sobre el número uno del mundo. El niño que sería rey, Carlitos -como lo conoce la mayoría- es el tercero en el linaje de la dinastía del tenis de Alcaraz que comenzó en esas montañas sobre Murcia.
Su ascenso a la cima del tenis comenzó a los tres años, cuando jugaba con su padre en el campo del club de tenis y le pedía que desafiara la hora de acostarse para jugar un peloteo más. Después de largas jornadas de trabajo, Alcaraz padre se dejaba convencer para jugar con su hijo al ponerse el sol.
Carlitos se quedaba de pie mirando partidos de jugadores con décadas de experiencia más que él y les gritaba consejos, entrometiéndose para aconsejar a los mayores dónde sacar y pararse.
En su primer torneo, a los cinco años, un oponente tres años mayor que él lo empequeñecía y, a menudo, veía cómo la pelota rebotaba sobre su cabeza al principio del partido. Después de darse cuenta de esto, el niño de cinco años se dirigió a la red y voleó cada tiro sin dejar que la pelota rebotara.
Esa adaptabilidad instintiva es quizás su mejor cualidad. La semana pasada, en Queen’s, fue fascinante verlo lucir como un novato en canchas de césped, resbalándose y teniendo problemas en su partido de primera ronda antes de conseguir su primer título sobre césped en cuestión de días.
Unas 68.000 personas llenaron el club del oeste de Kensington durante toda la semana y muchos estaban allí para ver al aparente heredero al trono de Novak Djokovic, mientras recuperaba el preliminary puesto en el positioning y enviaba una advertencia de Wimbledon a su enemigo serbio.
Se deslizó por la cancha con gracia, mostró una vista muy aguda para desafiar correctamente algunas decisiones dudosas de la línea y sorprendió a la multitud al atrapar pelotas sueltas del cielo con una mano.
“Sabía que Carlitos iba a ser un muy buen tenista”, afirma Kiko Navarro, su preliminary entrenador. “De pequeño time increíblemente técnico, ganó muchos torneos contra niños mayores.
‘A los 15 años ya jugaba torneos challenger y obtenía muy buenos resultados. Tenía días en los que le costaba, pero luego a los 13 o 14 años su mentalidad cambió y se hizo más profesional.
‘Carlitos solía ser un gran perdedor, pero es importante tener esa ambición y enojarse por las derrotas. Traté de asegurarme de que eso no lo afectara en la cancha.
«Si estaba enojado o lloraba, lo dejaba solo un rato y luego charlábamos».
Fuera de la cancha, Alcaraz es un gran fanático del Genuine Madrid y ha intercambiado mensajes de texto con sus jugadores; Vinicius Jr. lo vio jugar en vivo un standard de veces. También tiene una organización benéfica para ayudar a personas con síndrome de Down y subastó sus zapatillas ganadoras del US Open para recaudar dinero para la organización benéfica Assido.
Alcaraz fichó por la prestigiosa agencia IMG a los 11 años, la misma marca cuyo máximo responsable del tenis, Max Eisenbud, se enfrentó a Maria Sharapova a la misma edad después de verla golpear durante 45 minutos.
El español, que ahora tiene 20 años, está en buenas manos con IMG y su sólida unidad familiar, así como con el entrenador Juan Carlos Ferrero, el ex número uno del mundo y ganador del Abierto de Francia en 2003, que rechazó propuestas de jugadores del top 10 para convertirse en su mentor. Juntos han trabajado para mejorar el temperamento de Alcaraz.
Otro entrenador, Paul Annacone -cuyo currículum incluye trabajos con Pete Sampras y Roger Federer- admite que Alcaraz era el adolescente más completo que había visto.
“Su juego es eléctrico, como un rayo en una botella”, dijo.
En su condición de favorito para ganar Wimbledon, Alcaraz es fácil de considerar heredero al trono de los tres grandes del tenis masculino. Pero, como él mismo ha dicho: “No quiero que me conozcan como el próximo Rafa Nadal, sólo quiero ser Carlos Alcaraz”.